Sólo alguien con un espíritu emprendedor, acompañado de una pequeña dosis de suerte puede encontrar un tesoro oculto. Donde unos tan sólo ven el dolor y la frustración de la oportunidad; otros, básicamente se benefician de los errores de muchos.
Jim Reid dejó el estado de Oklahoma en 1971 para irse a vivir a Florida, donde consiguió un empleo de inspector en el parque de atracciones de Disney World. Sus ingresos eran de unos 250 dólares a la semana. Fue allí donde conoció a Beverly, una chica que trabajaba para la compañía de teléfonos con quien se casó.
Jim aprendió a bucear, afición que le sirvió para explorar en busca de monedas y objetos de valor. Cierto día se puso su traje de buzo y se zambullo en una trampa de agua de un campo de golf, sólo para ver qué encontraba.

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