En 1951 había en Peckham, al sur de Londres, una iglesia que a nadie le interesaba. A menudo sufría saqueos de ladrones, además de llevarse los muebles, y hasta parte del piso de madera, habían hecho añicos todos los ventanales del templo. Las autoridades eclesiásticas decidieron demolerla y vender el solar, ya que en el vecindario no hacían falta más iglesias.
Fue entonces cuando llegó al lugar el Reverendo Vivian Symons, un hombrecillo de aproximadamente 1,60 de estatura, pero con una voluntad a toda prueba.