No hacía mucho que había concluido la Segunda Guerra Mundial cuando un estudiante de medicina de la ciudad de Innsbruck en Austria se impresionó vivamente al contemplar por primera vez la vida tan lamentable que llevaban los niños huérfanos y abandonados.
Aun siendo bien atendidos en los orfanatos e instituciones similares, estos niños tenían todo lo que sus cuerpos necesitaban y, sin embargo, no se desarrollaban como los demás. Casi todos ellos crecían retraídos, huraños y suspicaces.
Al comprobar el enorme desamparo de los niños abandonados, Hermann Gmeiner tuvo una magnífica idea: «crear alrededor del niño una nueva familia«.
Ya años atrás el doctor Meinhard Von Pfaundler profesor de pediatría en Munich había catalogado esta especie de enfermedad el nombre de «hospitalismo«, es decir, un estado de depresión emocional motivado por la falta de cariño. No importaba lo bueno que fueran las instituciones, para él, cientos de niños compartiendo su vida a diario, no era el lugar adecuado para su correcto desarrollo. No hacía sino romper en mil pedazos el mundo mágico de la niñez.
Vivían separados en grupos según edades y sexos. Con turnos rotativos no siempre les preparaba la comida la misma mujer, ni la que se sienta con ellos en la mesa, ni la que les ayuda a vestirse, ni la que les enseña a decir sus oraciones, todo su mundo queda entre los muros de la institución. Lo que Gmeiner pudo leer en los rostros de los niños austríacos abandonados fue la huella de una inmensa amargura.
Pero, de que forma podría ayudar él? Acaso colocando cada niño en el seno de una familia acogedora y feliz?. Si, ahí estaba la solución, pero muy pocas estaban capacitadas para ello, los efectos de la guerra no dejaban mucho hueco a la solidaridad.
Finalmente Gmeiner halló una respuesta a sus problemas. En realidad todo estribaba en encontrar la mujer apropiada, darle un hogar, y presentar ante ella un grupo de ocho o nueve niños de ambos sexos y diferentes edades y decirles simplemente: «Tenga suyos son. Para toda su vida.» Y a los niños:» Esta es vuestra madre y éste es vuestro hogar«.
La idea resultaba magnífica, constituía un gran hallazgo el saber aprovechar una serie de cualidades de la madre naturaleza. Sencillamente poner juntos a una mujer y a unos niños; el instinto se encargaría de hacer el resto.
Sin embargo, el Estado y la Iglesia como casi siempre, se negaron a prestar al proyecto su apoyo económico. Estimaban que resultaba caro e imposible de llevar a la práctica. Y no dejaba de encerrar cierto peligro el mezclar niños de ambos sexos.Además donde podrían encontrar mujeres que fueran capaces de soportar tal responsabilidad?.
Gmeiner se dio cuenta de que, si quería que el plan se llevara a cabo, tendría que ser él en persona el que lo realizase. Abandonó sus estudios en la Facultad de Medicina, con 600 chelines en el bolsillo y con la ayuda de algunos compañeros fundó una institución con una cuota mensual de 1 chelín austriaco y comenzó a reclutar miembros. El gobierno y la Iglesia no habían logrado comprender, el pueblo sí.
Para aspirar al puesto, la mujer debía tener entre veinticinco y cuarenta años, ser soltera o viuda, sin hijos y poseer una salud excelente. A continuación, la aspirante debe presentar su «curriculum vitae», sufrir una serie de «test» sicológicos y someterse a una menuciosa entrevista. Una cualidad especial que Gmeiner buscó en ellas es su aguante, es decir, la facultad de saber conservar la calma en las situaciones difíciles. La elegida comienza siendo una especie de tía, ayudando a las amas de todas las casas del pueblo. Mas tarde se encarga de llevar la casa mientras las madres están ausentes. Finalmente, la elegida se encarga de la casa de su futura familia de una manera definitiva.
En el año 1949 Gmeiner abrió su primera casa, enclavada sobre una colina en la pequeña localidad de Imst, en el Tirol. En 1966 habían levantadas 19 casas más en aquel lugar, cada una de las cuales habitada por una madre y ocho o nueve hijos formando conjuntamente la S.O.S.-Kinderdorf, ciudad de los niños.
También otro ocho ciudades de los niños diseminadas por Austria y Alemania, y siete por Francia. Todas recibían ayuda económica de los más de dos millones de miembros que llegó a formar las distintas instituciones SOS-Kinderdorf. En los años siguientes las actividades se extendieron más allá de Europa, la campaña «Un grano de arroz«, consiguió bastantes fondos para construir la primera aldea infantil en Daegu, Corea, continuando su expansión por pueblos americanos y africanos.
Los chicos abandonan su ciudad al llegar a la edad en que concluye el periodo de enseñanza obligatoria, que en Austria es hasta los quince años. Algunos de ellos ingresan en trabajos, otros, en cambio continúan estudiando. Sin embargo, su antiguo hogar sigue siendo su hogar y su madre aún es su madre.
En 1985 el trabajo incesante de Hermann Gmeiner cuya juventud también se vio marcada por la temprana muerte de su madre, había fundado 233 mini-ciudades infantiles en 85 países.
Dedicado íntegramente a su causa durante toda su vida, sin profesión y sin hogar definido, murió en Insbruck en 1986 y fue enterrado en su primera ciudad de los muchachos en Imst. El proyecto S.O.S.-Kinderdorf está actualmente activo con más de 438 aldeas repartidas en más de 132 países.
«No creo que en este mundo en que vivimos haya escasez de cariño, no busquemos las respuestas en los razonamientos, sino en el corazón de un niño».
Extraído de uno de los volúmenes de Readers Digest de 1967, encontrado en el baúl.
Mucha información en la red como en Wikipedia aquí, aquí y aquí
Más fotos con información más extensa y personal en Heimatarchiv , en Gibert Cotteau, Eline Grobe , Ein Leben , y como no en la Academia Hermann Gmeiner
Un final medianamente feliz muy distinto a El manicomio de los niños huérfanos en Quevec.
Seguro que a muchos como a mi nos suena lo de «Aldeas Infantiles – SOS» pero desconocíamos el origen del proyecto.
Gracias!!
Conocía a SOS Kinderdorf pero no su historia. Gracias por contarla!
Hola amigo Josete.. una historia extraordinaria llena de humanismo,cariño y estelar labor.
Ojalá no fuera tan difícil y caro adoptar niños que se encuentran tan necesitados de un hogar, algo imprescindible para todos.
Un relato narrado con mucha sensibilidad y cariño y encontrado en un bello Baúl… Un abrazo de bello fin de semana.
A mi me sonaba ya de antes lo de la ciudad de los muchachos, pero ignoraba lo que había detrás.
Siempre la iglesia y el estado.
Es cierto que hay hombres y mujeres buenos, valientes y llenos de coraje para saltar obstaculos como la iglesia y el estado.
Desconocia la historia. Me encanto leerla y saberlo.
Para un niño siempre hay una madre 🙂
Ojalá llegase a todos los niños del mundo.
Pues es primera noticia que tengo de éste proyecto y me parece extraordinaria la idea…
Yo que me dedico a la educación y la psicología te agradezco esta entrada. Realmente no tenía ni idea de esta historia, pero me da tanto que pensar…
Pena que siempre las buenas ideas se topen con barreras como esas. Pero cosas como estas siempre dan un poco de esperanza.
Gracias!!
Afortunadamente, aún hay personas que no sólo miran a su bolsillo y a sí mismos y se preocupan del bienestar de los demás aunque a ellos les resulte honeroso, son auténticos merecedores del reconocimiento de todos nosotros.
Por fin pude volver, todo era cuestión de paciencia. 😉 ¡Saludos!
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Menos mal que de vez en cuando aparecen personajes como este¡¡¡,y encima en aquella época¡¡¡¡ doble mérito.
buen trabajo Jose..
Hace mucho que no visitaba tu baúl y me he sorprendido por lo interesante de todos tus artículos. Este en particular me llega muy de cerca, porque los hijos de mi hermana menor están recibiendo los cuidados de esta institución. Ellos, por muchas razones, tuvieron que ser internados en las Aldeas Infantiles S.O.S., que es como se llaman acá.
El trabajo que ellos hacen es sorprendente. Cuando conocí a los niños, no extrañé ninguna conducta que no sea propia de uno de su edad, sonrientes y conversadores, curiosos y muy despiertos. Gracias a Dios y al trabajo de esta gente, creo que han conseguido borrar la terrible experiencia que tuvieron que enfrentar de la mano de un padre alcohólico y brutal, razón por la que mi hermana tuvo que escapar, literalmente y tomar la decisión de dejarles ahi. Es más o menos discutible el caso, pero lo más importante es la «normalidad» que ellos han alcanzado, que me hace sentir mucha fe en que tendrán un futuro con esperanza.
Aldeas Infantiles SOS es un proyecto muy efectivo en Nicaragua
Que fantastico es que los niños, niñas y jovenes reciban la ayuda necesaria para seguir adelante!!!!!
😀 😀
La historia Herman Gmeiner es impresionante ,como el fue iluminado por nuestro padre Celestial para lograr construir muchos hogares de los niños y sensibilizar a las mujeres para tener este reto que es de ser Madres y gracias a las personas que siguen ayudando ,como son los amigos SOS .Soy una Madre SOS y me siento inmensa mente feliz , para mi es una enseñanza ya que uno llega a quererlos tanto como si fuesen nuestros propios hijos .
A mi la familia s.o.s me acogio cuando yo tenia 6 años y ahora soy un orgullo Dariano